Dijo la pediatra que la última mamadera, la de la noche, no es necesaria como alimento, ahora que el bebé ya come. Pero que es como un mimo, dijo. Una caricia interna, equivalente de la canción o el cuento que, cuando sea más grande, va a ayudarlo a dormir.
Cuento esto para decir que el otro día, leyendo la destacada participación en este Blog del compañero oyente Mario Tsolakian, sentí yo como un mimo en el alma.
A lo mejor me confundo, pero creí que Hugo alguna vez le había preguntado si visitaba esta página, y Mario respondió que no. Tal vez empezó a hacerlo hace poco. Pero sin suponer que él podría leerlo (aunque en el final me dirigía directamente a Mario), escribí la semana pasada aquello de nuestro afín afán participativo. El, entonces, se sintió movido a responder, y ahí está el magnífico texto en el que con gracia e ingenio compendia su recorrida triunfal en el programa.
Pero lo que me conmovió especialmente fue su recuerdo de aquel primer Párrafus en vivo en la Feria del Libro, el que se hizo de tarde, sin salir al aire, en el 2007, y la mención de que él asistió, que estuvo presente entre la módica concurrencia, aunque sin darse a conocer.
Esto, Mario lo cuenta como demostración de su pretendido bajo perfil en todos estos parrafistas asuntos; pero a mí me hizo recordar que yo mismo estuve a punto de escabullirme de allí esa tarde, intimidado por esa misma escueta concurrencia y por el traslúcido habitáculo desde donde Hugo podía observarnos a piacere. Como si supusiera yo que, merced a no sé qué artilugio, unos u otro pudieran reconocerme… Algo que después hubo de suceder, cuando, en definitiva, impelido por Cristina, ahí me quedé y no tuve más remedio que ganar.
También me hizo recordar el Comentario de Mario que, aquella tarde, a mí me pareció adivinar entre los presentes a una oyente que, creía, no podía faltar. La vi en cuanto nos acercamos, la observe mientras deambulábamos de acá para allá, pero de ninguna manera me animé a acercarme y preguntar-entre otras cosas, porque estaba con Cristina. Tiempo después, cuando nos pusimos en comunicación vía mail, primero, y vía telefónica, después, María Suárez me dijo que no, ella no había ido, no era la mujer de pelo rojo y pollera larga y oscura, pero durante mucho tiempo esa fue la imagen que tuve en mente cada vez que la escuchaba, vía telefónica o vía Nacional –hasta que Cristina sólo me dejó esta última, que no puede impedir.
Pero, ¿y Mario? ¿Quién sería? Ya conté en aquel momento que tuve oportunidad de conocer a Fernando Terreno y a Laura Falcoff (y a Hugo y a Lucas); también hubo dos mujeres que se acercaron y me pidieron la dirección de mail del programa (no sé por qué a mí) y otra, recuerdo, que rodeó el cubículo vitreo donde yo charlaba con Hugo para verme de frente. Pero, ¿Mario? ¿Se habrá acercado, al menos, al grupo que rodeó a Hugo después de aquel doble juego? Yo, francamente, sacando a Fernando y a su hijo adolescente, no recuerdo a otro varón.
Pero Mario estuvo allí, nos cuenta ahora. Y lo cuenta justo en la semana en que, por tercer año consecutivo, se hace el Párrafus desde la Feria, ahora en su horario natural. Y, como esta vez tuve la suerte de volver a ganar, quiero, con este texto complementario, dedicarle al hombre de Palermo-Lector, al señor Tsolakian, este especial triunfo. Pero, eso sí, el libro de Juana Bignozzi es para mí.
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