domingo, 3 de mayo de 2009

Wilde, que es Eduardo

Un tema que suele aparecer en Parrafus Interruptus es la conveniencia de leer anticipadamente el final del libro que se está leyendo. Yo, por ansiosa y atropellada, soy de las que espían el final. No siempre, claro, pero cuando las papas queman, avanzo unas hojitas y veo qué pasa. Otras veces avanzo muchas hojas y leo el final para ver cómo termina y hasta para decidir si sigo leyendo.

Tini, el cuento leído en Parrafus la otra noche es uno de estos casos. Es un cuento precioso ... más o menos hasta la mitad. En cierto momento, lo sobrevuela un aura de melancolía que le parte a uno el corazón. Pero no digo cuando llaman al médico, eh? Ya de antes, cuando todavía todos son felices. Y no me vengan con que el sentido del humor ni que la distancia que toma el autor, ni qué ocho cuartos. El cuento me parece tristísimo. Así es que he empezado a leerlo muchas, muchísimas veces, pero nunca paso de la mitad. Sé cómo termina, claro, porque leí las últimas líneas, pero no tengo el coraje para leer enteras las cinco o seis hojas que me faltan. Con final y todo, Tini suele ser considerado uno de los relatos más tiernos sobre los primeros años de infancia. Al menos de la infancia de principios del siglo pasado. Ya nos dirán los padres modernos si les parece tan gracioso que su retoño le ande diciendo Papá a cualquier sujeto con barba que aparezca a la vista.

Tini pertenece al libro de cuentos y reflexiones titulado Prometeo y Cia, que comienza comienza con una carta escrita por el autor a cierto poeta argentino, contemporáneo suyo y aún no leido en Parrafus Interruptus, que había escrito un poema llamado Prometeo. La carta empieza así:

      "Muy señor mío:
  Usted es un hombre impertinente.
  Nosotros estamos muy ocupados y no tenemos tiempo de leer versos.
   Hace usted mal en obligarnos a leer los suyos.
  ¿No podía usted haber hecho versos malos, para no sacarnos de nuestras ocupaciones habituales, como quien saca de los cabellos un hombre que se ahoga?
   Estamos ocupados de la Bolsa, de las cédulas hipotecarias, de la tarifa de avalúos, de la ley de papel sellado, y del banco nacional, que anuncia con gran pompa operaciones y no descuenta un pagaré de cinco pesos, firmado por Rothschild.
   Y usted nos habla de Prometeo.
   ¿Quién era ese Prometeo?
¿Era algún agiotista? "


Y así. Ya podemos irnos dando cuenta del sentido del humor del libro y, más generalmente, de la obra del autor.

Todos los amores de juventud de los cuentos de Wilde terminan abandonándolo, a él, al pobre e idealista estudiante de medicina, para casarse con algún estanciero rico. Una muestra:

"Más tarde, ¡Pobre Filomena! renunciando a los idealismos de un amor universitario, platónico e intrascendente, se casó con un estanciero del sud, buen hombre, casi analfabeto, excelente por lo tanto, para marido, y ahora tiene once hijos, uno de los cuales debe llamarse Eduardito, si la pérfida conserva en su corazón un átomo de nobleza y de gratitud para el estudiante que le consagró su afecto sincero y el párrafo más arriesgado de su último examen."

El último examen al que se refiere y tal vez su primera obra literaria es su tesis que se titula "El hipo". Recordemos que Eduardo Wilde era doctor en Medicina. Las vueltas que tuvo que dar para incluir a Filomena en la tesis son narradas en uno de sus cuentos. Digamos que ahora entiendo algo del adjetivo "pérfida" con que la califica. Mire que plantarlo a Wilde después de semejante muestra de amor.

Wilde juega con las palabras y las palabras lo acompañan. En el cuento Así, encontramos la siguiente carta de amor escrita por el joven Baldomero Tapioca a su amada Graciana:

"Angel hipertrófico, es decir, magno: la arteria coronaria de mi corazón se cierra apenas mi retina percibe los músculos risorios de tu boca, y mi tórax se siente atacado de angina péctoris. La circulación cardíaca se detiene , y turgencias espasmódicas forman protuberancias en mis órganos! Espérame a las siete post meridianum, en el anfiteatro de nuestros amores.

Tuyo, como del hombre el pensamiento,

                Baldomero Tapioca. "


Como se puede adivinar, el joven Baldomero era un flagrante estudiante de medicina. Y aquí tenemos la respuesta de Graciana. Cualquier similitud con los mensajes de texto o de chat actuales es pura coincidencia.

"My Mahma thi N. do Lorde muellhas man! ¿Damée huna me de Zyna perro ke seya güena.

Tulla,

                G. Rass y Ana"


Para mí que Wilde ya se había inventado el lenguaje flogger a principios del siglo XX, tan moderno y canchero que era. Claro, además nos enteramos de que, como ciertas facciones de esta Graciana se habían tomado la libertad de ser excesivamente bellas, Baldomero le perdonaba el maltrato que hacía de la ortografía que incluía no haber escrito jamás "yo te amo" sin ponerle una h en alguna parte.

En Vida moderna, encontramos la siguiente descripción semibudista de la felicidad, oponiéndose a los ambientes recargados a los que el protagonista se ha visto obligado en otra época:

"Ocupo una casa vacía que tiene ocho habitaciones, un gran patio enladrillado y un fondo con árboles y con barro. Tengo dos caballos de montar y uno de tiro. Mi dotación de amigos es reducida; total: dos viejos maldicientes. He traído libros y paso mi vida leyendo, paseando, comiendo y durmiendo. Esto por sí solo constituye una buena parte de la felicidad " .

Quiero un poco de eso! ¿Dónde hay que firmar?

Por ahora dejo acá, que prometí que escribía algo hoy sin falta. Sigo después.

Buena suerte para todos esta noche!

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