Otra vez una de esas cosas.
Disculpen ustedes (no quiero sonar melodramático, lacrimógeno ni esdrújulo en ninguna otra forma), pero tengo que escribirlo. En verdad, ya lo había escrito anoche, minutos antes del programa, no sé bien con qué fin. Casualmente después Hugo me preguntó por mi memoria. Pero la alegría del triunfo esfumó la pena por unos minutos y por eso no lo mencioné.
Copio y pego.
“Hugo me preguntó al menos dos veces en estos tres años cómo fue que comencé a leer. De la primera vez me acuerdo bien. Le respondí con bastante detalle acerca de unos libros que había en mi casa de la infancia, posiblemente, dije, encontrados por mi viejo en el colectivo que manejaba. Aunque algunos -la mayoría- eran libros viejos, que denotaban otro origen, el cual nunca me preocupé de averiguar. Tal vez habían sido de mi abuelo, o de algún tío o tía. Algunos títulos son: ‘Hijo del destino’, ‘Patapalo’, ‘El erial’, ‘La prima Raquel’, los ‘Poemas’ de José Asunción Silva…Los tengo todavía, creo que a todos, aunque es posible que alguno se haya perdido en la mudanza. Cuando mi viejo murió, teniendo yo doce años, dejó una casa enorme a medio construir. Cuando tenía catorce nos mudamos de ahí, porque mi vieja sola no iba a poder terminarla.
De la segunda vez, me acuerdo que traté de no repetirle tal cual a Hugo mi primera respuesta, aunque los hechos referidos al origen de mi afición por la lectura fueron los mismos.
Hoy me di cuenta de que ninguna de las dos veces recordé para nada las revistas de cuando mi tío Vicente era canillita. Hoy me acordé porque anoche nos avisaron desde Santiago que mi tío Vicente murió.”
Tras esta primera tirada (que copio sin corregir), miré el reloj; como eran las 00.24, me interrumpí y apagué la compu para encender la radio.
Después de Párrafus, antes de dormirme, recordé algo que había visto a la mañana, cuando salí rumbo a lo de mi vieja. En la otra cuadra, empapelando los paneles de madera que separan la vereda de una casa en demolición, pusieron unos afiches que llamaron mi atención. Nunca vi una promoción así: ‘VELATORIOS GUALEGUAYCHU 72 - $ 980 - IGUAL QUE SIEMPRE PERO MAS ECONOMICO - SERVICIO FUNEBRE COMPLETO- VELATORIO, CAFETERIA Y CAMARERO – Cementerio o cremación $ 290’ (*)
Momentos después, a bordo del tren, recibí un mensaje de Cristina. Me decía que había llamado mi vieja, a quien habían avisado desde su pueblo, Añatuya, del fallecimiento de su último hermano.
A la noche, gané en Párrafus con “La muerte y la doncella”, de Ariel Dorfman.
¿Falta algún otro vínculo de este texto con el programa?
Cito al Parrafista Nº 7, del 18 de abril de 2006, mi primera victoria.
Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que suele tener la gente.
Y con esto –con esta frase- completo los 3000 caracteres que Hugo anticipó irónicamente sobre mi victoria de anoche.
(*) La dirección del lugar no es la real, pero el afiche existe. Quienes crean que invento pueden darse una vuelta por Garay al 200, en Remedios de Escalada.
1 comentario:
Muy bien por el interminable Perenchio.
Lindo recuerdo del tío fallecido,
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