Razones de fuerza mayor –nada grave, sólo molesto- impidieron que durante todo el desapacible miércoles pudiera pasar por un locutorio. Recién cuando volví a casa, y como justificada excepción, entré unos minutos a Internet mediante la lentísima, exasperante conexión telefónica. Eran cerca de las once de la noche.
Como había imaginado, ya alguien se había ocupado de señalar en el Blog la extraña repetición de autor que sucediera en el Párrafus de la noche anterior; fue, desde luego, Quique Figueroa, a quien se sumaron otros dos oyentes (Carolina M. y Anónimo), que en sus Comentarios dijeron también de su asombro ante este hecho.
Por supuesto, yo también noté la sorpresiva revisita a la obra de John Le Carre; cómo no notarlo, si fui quien ganó la vez pasada con “El espía que vino del frío”. Sin embargo, desistí de comentarlo anoche en esta página. Por un lado, pensé que, debido a la hora, sería difícil que Hugo leyera lo mío antes del programa; y, por el otro, los dos ingeniosos textitos que había pergeñado durante mis varios desplazamientos del largo día, perdían mucho de su efecto ante lo escrito por Quique –sólo utilizo el título de uno de ellos, que hace eco a mi anterior de esta semana. Además, estuve de acuerdo con la idea del hombre de Trelew acerca de que Párrafus no es como una súper ensayada salida al escenario, sino como la vida misma. Y es más…
Hugo una vez lo dijo. Fue hace tiempo, cuando anticipó que la no repetición de autores se estiraba hasta el número 600. Aquella vez, hizo la salvedad de que este propósito no sería de hierro; que, así como alternaba los géneros con cierta equidad, una semana podría dedicarle los tres programas (de entonces) a la novela, o al teatro, o al cuento, o a la poesía, la última incorporación. Y agregó, entonces, que también una noche podía darle la loca y venirse de nuevo con un autor ya leído.
Aquello fue consignado en este Blog, no me acuerdo en cuál Entrada, y escribí que, por tanto, ya me esperaba la ingeniosa llegada de un Bustos Domecq.
Y, hasta ayer, podría haber agregado que no me hubiera sorprendido la aparición de un Cecil Day Lewis, de un Richard Bachman, de un Julio Denis… Y hoy digo que, en verdad, no me sorprendió tanto la reiteración de John Le Carre. Mejor dicho, no me sorprendió tanto una reiteración de autor…, como no me sorprendieron, en su momento, la aceptación de títulos casi incorrectos (“Memorias póstumas”, “Hiperión”), o la aparición en el aire de un oyente con la respuesta errónea (Julián Sánchez), o el corte de la comunicación telefónica antes de que se diera la respuesta (Fernando Terreno), o, por supuesto, los Ininterruptus. Son, creo, incidentes azarosos y, por tanto, inevitables y disculpables.
Hugo, sin embargo, atribuyó esta reiteración a un error propio y a la falla del “cóntrol b”. Esto último (así acentuado) lo señaló varias veces, y me quedó la duda: no sé si se refería a una falla en su computadora, que debió detectar la repetición de Le Carre, o a la distracción de sus colaboradores (Leo y Lucas), quienes, al recibir y abrir el sobre lacrado con la respuesta correcta, podrían haberle recordado que ese autor ya se había leído. Como sea, nuestro conductor, tras esta gaffe, sacó de la galera algo que sí me resultó inesperado.
Había aguardado con ansias más locas que de costumbre el programa de anoche, preguntándome de qué modo Hugo daría cuenta de aquel suceso. Como no podía ser de otro manera en un viejo factotum de Humor, y ante el indignado toreo del Escribano, lo hizo con mucha gracia. Pero, tras hacerse cargo plenamente del “error”, dijo que, después de Le Carre, debíamos esperar para cualquier momento la reaparición de cualquier otro autor ya leído. Desistió en el acto, quizá apresuradamente, de su ambicioso proyecto de alcanzar los mil autores sin repeticiones –o con una sola repetición. “La fisura ya se produjo”, sentenció. “No podemos seguir haciéndonos los gallitos, cacareando que hasta los mil no se repite”.
Personalmente, no estoy de acuerdo. Si es una decisión tomada, me someto; no tengo más nada que decir y le pertenezco, señor Paredero. Pero, por si hubiera existido algún apresuramiento o calentura, quisiera proponer humildemente a Hugo que recapacite, y que tome este sucedido, por ejemplo, como un Ininterruptus más, o como cualquier otro de aquellos imponderables que señalé más arriba.
Por supuesto, comprendo que, si se estableciera la validez de la repetición de autores, esta sería sabiamente dosificada: no aparecería la semana próxima Julio Cortázar mezclado con cuatro nuevos, y la otra Chejov, y la otra Poe, y la otra Puig. La venidera lista de lecturas se mecharía con autores ya leídos del modo más parecido al azar que se pudiera. Pero, como dijo Verónica Cornejo, la ganadora de anoche, esto implicaría para el juego una importante divisoria de aguas. Pero ella daba su beneplácito, celebraba el cambio como un matiz que desbarataría la rutina del juego, lo veía como favorable. Por mi parte, repito, no estoy de acuerdo. Y no digo más.
Puedo consolarme, sin embargo, pensando que este cambio, como aquella posible uniformidad semanal de géneros que recordaba antes, o la misma loca repetición con la que Hugo nos amenazara entonces, no se producirá realmente nunca. El intempestivo anuncio puede quedar solamente como la pinchadura del salvavidas que la lista de autores representa para algunos participantes del juego; ahora, la posibilidad de una reaparición, podría generar dudas o vacilación al momento de hacer la llamada.
Por otra parte, me sumo a la bienvenida de Quique Figueroa para el nuevo ganador, Andrés Ramos, de Claypole, que reconoció enseguida “Asesinato de calidad”, la nueva aparición del ahora histórico John Le Carre.
Y felicito también a Verónica Cornejo, que en el curso de esta breve semana recuperó prontamente (con “Las descentradas” y el “Tabaré”) el liderazgo de la tabla 2009 de ganadores.
¿Y Mario Tsolakian? No aparece desde nuestro cordial intercambio de hace un par de semanas. ¿Se habrá llamado a silencio, privándose voluntariamente del triunfo para demostrar que es cierto lo de su “bajo perfil”? Como sea, dejo también un saludo para él.
Y buenas tardes.
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