Anteanoche, en el segundo Párrafus de mayo, apareció ya la oyente nueva que le faltó a abril. Me refiero a oyente ganadora (o ganador), porque los otros deben estar sumándose permanentemente.
Eso sí, la oyente Lilia Mosconi, de San Telmo, que además escuchaba el programa por primera vez, seducida por la idea del juego quiso ganar a toda costa –como me pasó a mí en una noche del mayo pasado. Y como su trabajo de traductora posiblemente la tuviera en ese momento frente a su pc…, ¿qué hizo, con toda inocencia? Escribió en un buscador una frase de la inhóspita novela que Hugo leía, leyó la respuesta en su monitor y llamó. “’El dios de las pequeñas cosas’, de Arundhati Roy”, respondió después. ¿Verdad que era inhóspita?
Hugo la reprendió amablemente por incurrir en esa práctica, explicando que los guglistas resultan un tanto antipáticos y desentonan con el espíritu del programa, pero la excusó porque ella no lo sabía. Además, Lilia pidió perdón al hipotético oyente que también hubiese sabido la respuesta. Por tanto, yo no tengo nada que agregar al respecto. Sólo que, creo, si esta oyente no hubiese aparecido (a los nueve minutos y pico de lectura) nos encaminábamos a un nuevo Ininterruptus, porque, la verdad, una hindú…
Y anoche, Alberto Gerchunoff. De él, un clásico. Aunque se inicia con unos pasajes aparentemente exóticos que transcurren lejos de Argentina, el asunto (más la palabra omitida) remitía a los prolegómenos de la epopeya hebrea en nuestras tierras. Llamé para arriesgar, y así era: “Los gauchos judíos”.
De Gerchunoff, lo único que tengo a mano es un fragmento del ya multicitado libro de Alvaro Abós, “Al pie de la letra. Guía literaria de Buenos Aires”. Lo copio:
“Cierro mi visita al lugar” (el diario La Nación) “con la evocación de un periodista que fue también un escritor espléndido: Alberto Gerchunoff (1883-1950), célebre, entre otros méritos profesionales, por haber convertido sus necrológicas de personajes de la vida política y literaria en medallones burilados con la perfección de un orfebre. Tras la jornada de trabajo en el diario, el autor de ‘Los gauchos judíos’, en el atardecer del 5 de marzo de 1950, salió por la calle San Martín y en lugar de enfilar, como era la costumbre de este hombre vital y jocundo a quien sus amigos llamaban ‘Gerch’, hacia Corrientes, a fin de encontrarse con sus amigos en la confitería La Helvética, tomó hacia Sarmiento. Al llegar a esa calle, se descompuso súbitamente: un infarto masivo acabó allí con su vida. Como no llevaba documentos y nadie lo conocía en esa esquina, fue trasladado a la Asistencia Pública de la calle Esmeralda y allí el cuerpo anónimo yació largas horas hasta que la angustia de sus familiares lo encontró. En el lugar donde estaba la Asistencia Pública, hoy se abre la plazoleta Roberto Arlt: justamente Roberto Arlt, a quien Gerchunoff levó al diario El Mundo en 1928, cuando fue fugaz director de ese nuevo matutino, durante la única y breve infidelidad al diario que lo cobijó hasta el último aliento.”
Después de Novela y Cuento, supongo que esta noche toca Teatro o Poesía. Esperamos, entonces, la aparición de los oyentes especialistas en estos géneros. Aunque siempre puede producirse un batacazo o, mediante la Internet o no, hacerse presente alguien nuevo.
Suerte.
Chau.
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