lunes, 23 de noviembre de 2009

Esto hay que leerlo

Lunes 23 de noviembre
Novela: “Las ninfas” (1975)
Autor: Francisco Umbral (1932-2007)
Ganador: Marcelo Perenchio
Premio: “Primer amor, últimos ritos”, de Ian McEwan, Anagrama (sujeto a cambio)

LAS NINFAS

Del prólogo:

(…)
“Un adolescente es un proyecto de adulto que fracasa todos los días para volver a empezar, y mientras que el romanticismo de mi primo le permitía simultanear el laúd, los versos, el amor, el bigote, el sentimiento y la vida, mi cartesianismo naciente, mi intelectualismo incipiente y mi cobardía congénita me llevaban por el camino del orden: así que yo era la posibilidad de un bigote, la posibilidad de un laúd, la posibilidad de un soneto, la posibilidad de un amor. Yo era pura posibilidad. Más que un bigote, yo era la ausencia de mi bigote. Más que nada yo era -parafraseando a los modernistas españoles que por entonces empezaba a leer- mi melena rubia y el bigote que me faltaba. Yo no era nada.
Nadie.
Sabíamos, sin haber leído aún a Baudelaire, que hay que ser sublime sin interrupción. Baudelaire, aquel eterno adolescente, lo había escrito para nosotros, pero aún no lo habíamos leído, y era como si no lo hubiera escrito. Yo quería ser sublime sin interrupción, y cada mañana acuñaba mi sublimidad, pero el día la iba llenando de interrupciones: la interrupción del estudio, del trabajo, de algún recado familiar (todavía) e incluso la interrupción del sexo, del cuerpo, del retrete, del erotismo, que entonces no era ninguna de esas cosas y era todas a la vez.”
(…)

Del primer capítulo:

“Era la edad de leer a los poetas orientales, cuanto más orientales mejor. Yo leía por entonces a Omar Khayam, y Omar Khayam decía: «En ti mismo están cielo e infierno». En mí mismo estaban cielo e infierno, o, cuando menos, dentro de mi misma casa.
Porque todo tiende -la ciudad, el hogar, el hombre- a reproducir esa estructura dual y antagónica que en los libros chinos de mi primo se llamaba el ying y el yang, de modo que al otro extremo de la casa, y como contraposición a la habitación azul, estaba el retrete, el cuarto horrible de las defecaciones y las masturbaciones. Entre el retrete y la habitación azul, entre la sublimidad y la necesidad, todo el resto de la casa, habitaciones grandes con muy pocos muebles, habitaciones pequeñas reventonas de muebles, pasillos largos y sin gente, pasillos cortos y superpoblados, toda la acumulación de viejas, viejos, parientes, padres, madres, tías, niños, visitas, recaderos y monjas que es un hogar. De modo que yo era la sombra errante y solitaria que oscilaba entre la habitación azul y el retrete, entre el cuarto exento y sublime de las lecturas y las músicas, y el cuarto vertical y oloriento de la masturbación y el desnudo.”

¡Cáspita!
Sin represión: ¡Mierda!
¡Esto hay que leerlo!
No ha sucedido muchas veces que me entusiasme tanto con uno de los libros que nos acerca nuestro conductor. Mejor dicho: otras veces, los libros que Hugo nos descubre no son tan fáciles -baratos- de conseguir. A este, buscando en la Internet algo sobre su autor, me lo encontré completo. Y creo que jamás aquel cuidadoso, casto, reprimido anticipo promocional de las últimas páginas de los volúmenes de la Emece de los ´70 me hubiera hecho sospechar la potencia de esta novela. Sólo agradezco que allí se citara textualmente la frase inicial, que, siendo por sí misma muy sugerente, pude memorizar y recuperar sin problemas.
Aunque no es recomendable leer tanto en la computadora –y no tengo impresora- hoy mismo –tal vez a destiempo- la empiezo.

Sobre Francisco Umbral:

“Todos le conocemos como Francisco Umbral, pero en el Registro Civil consta como Francisco Pérez Martínez. En sus biografías oficiales se cuenta que fue el 11 de mayo de 1935 su fecha de nacimiento, pero recientemente ha aparecido una obra, concretamente un ensayo no autorizado de la profesora Anna Caballé, en el que asegura que nació tres años antes.
“Hijo de Ana María Pérez Martínez, nació en Madrid pero pasó su infancia y adolescencia en Valladolid, provincia de origen materno. Concretamente en la localidad de Laguna de Duero transcurrieron sus cinco primeros años. Francisco comenzó tarde su formación escolar, a los diez años, pero con once dejó sus estudios - mejor dicho, le echaron - para no volver a retomarlos de forma oficial. Tres años más tarde empezó a trabajar como botones en un banco.
“Estudiante autodidacta, la literatura para él se convirtió en una verdadera maestra. Ya desde muy niño leía todos los libros que caían en sus manos, desde novelas de aventuras hasta las obras de los autores de la Generación del 98. Y de ávido lector se convirtió en escritor, al principio con poesía. Sus primeros pasos literarios se vieron publicados en la revista Cisne, del S.E.U.
“Umbral comenzó en el mundillo informativo en 1958 de la mano de Miguel Delibes, por aquel entonces director de El Norte de Castilla, y en ese diario se formó como periodista. Luego se trasladó a León, donde trabajó para diversos medios, como la emisora La Voz de León y en el periódico Proa.
“A comienzos del año 61 dejó las tierras castellanas para instalarse definitivamente en Madrid, donde desarrolla su intensa actividad periodística y literaria. Como escritor ha forjado su faceta en distintos géneros como novela, ensayos, poesía, cuentos, biografías, e incluso teatro, pero en este último género no ha tenido éxito.
“Casado con la fotógrafa María España Suárez Garrido en 1959, tuvo un hijo - Pincho - que falleció con tan solo seis años de leucemia. Este acontecimiento marcó enormemente su vida, como se demuestra en su obra 'Mortal y Rosa' (1975), considerada además por los críticos como una de las obras literarias más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
“La salud de Umbral se deterioró mucho en agosto de 2003. Una neumonía, consecuencia de una operación intestinal practicada un mes antes, le llevó de urgencia a la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Nuestra Señora del Rosario de Madrid. Tiempo después salió de la clínica totalmente recuperado y ha seguido con su intensa actividad literaria y periodística
“El escritor madrileño obtuvo en 1975 el Premio Carlos Arniches de la Sociedad General de Autores; un año después el Premio Nadal por su obra 'Las Ninfas'. Fue premio César Ruano de Periodismo en el año 1980 por su artículo 'El trienio', publicado durante su etapa en el País; y finalista del Premio Planeta en 1985 con 'Pío XII, la escolta mora y un general sin un ojo'. En el 90 sus trofeos fueron varios, el Mariano de Cavia por su artículo periodístico 'Martín Descalzo', ya de su etapa en El Mundo y el Premio Antonio Machado con su narración corta 'Tatuaje'. En el 92 su novela 'La leyenda del César visionario' obtuvo el Premio de la Crítica 1991. “

(www.canales.nortecastilla.es)

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