"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
miércoles, 18 de noviembre de 2009
La fragua de Motta
Miércoles 18 de noviembre
Poesía: “La gota de agua” (1923)
Autor: José Pedroni (1899-1968)
Ganador: Roberto López Motta
Premio: “La gota de agua”
¿Qué no podría pretender yo, que inopinadamente estoy otra vez en la pelea por el certamen anual de Párrafus?, me pregunté.
El compañero López Motta, anoche, con entera seguridad, en 31 segundos, obtuvo su segundo triunfo bastante consecutivo en noviembre (el noveno del año). Y como su auténtico conocimiento de la obra de Pedroni no hizo necesario ningún lance… ¡se tiró el idem con la joven Gettino, la nueva telefonista del programa!
Bastó que Hugo, en el preámbulo, destacara los brillos verdes de la mirada de Marina, para que el locutor-poeta de Sarandí, machacando sobre caliente, diera curso a otro de sus devotos transportes románticos… Porque, ¿de quién era que se había declarado admirador Roberto el año pasado? ¿Cuál era la voz que tanto celebraba? ¿Con qué actriz comparaba a aquella destacada participante de… de Lucerna, de Constanza, de Ginebra o por ahí, cuyo nombre no me viene a las mientes?
Mejor hablemos de Pedroni.
Credo
Creo en la luz, que es pura, y en la tierra,
y en el agua, que es casta, y en el sol,
y en la sombra cordial que se derrama
con la dulzura de tu corazón.
“José Pedroni nació en Gálvez, provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899. Era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes piamonteses. El escritor creció disfrutando de la paz del campo y rodeado de los nobles instrumentos de trabajo.
Pero la infancia de Pedroni fue también sufrida, ya que a la par de la escuela tuvo que trabajar con su padre como ayudante de albañil. Muchas de las imágenes que Pedroni fue registrando durante su niñez, serían el barro que luego utilizaría para construir sus versos.
En 1912 se radica en Rosario. Estudia en la Escuela Superior de Comercio y aprende inglés y francés. Por entonces comienza a publicar sus primeros trabajos en un diario de Gálvez.
Los años mozos de Pedroni transcurren en una Rosario convulsionada por movimientos obreros socialistas y anarquistas. En 1912 se produce el Grito de Alcorta, la primera huelga agraria del país. Años después cae asesinado el abogado Francisco Netri. Ese clima de virulencia social también influyó en la formación del poeta.
En 1916, José Pedroni obtiene el título de Bachiller y comienza a trabajar como tenedor de libros.
En 1918, por razones laborales, se traslada a San Carlos Norte y luego a Sa Pereira. Allí comienza a conocer la historia de los primeros colonos, historia que reproducirá en sus versos.
Trabajando como contador en la Casa de Ramos Generales de Alejo Chautemps, José Pedroni conoce a la que sería su esposa y compañera fiel: Elena Chautemps, con quien contrajo enlace el 26 de marzo de 1920.
Un año después, el 17 de marzo de 1921, nace su primer hijo, Omar Tulio. Ese mismo año, luego de recibir la baja como conscripto militar, Pedroni se traslada a Esperanza, donde se emplea en la Fábrica Nicolás Schneider, en la cual trabajó como contador durante 35 años.
En 1923 aparece su primer libro: “La gota de agua”. El debut fue impactante: Pedroni empezaba a mostrar una poesía distinta, por su sencillez y belleza, donde el protagonista principal es el hombre, el obrero, la mujer amada, los hijos y la tierra.
Dos años después, en 1925, sale a la calle “Gracia Plena”. La llegada del segundo hijo, José María, hizo que Pedroni le regalara a la posteridad varios de sus poemas más hermosos y recordados. “Gracia plena” fue un éxito literario.
El 13 de junio de 1926 se produce un hecho que será fundamental para Pedroni: en una nota aparecida en el diario “La Nación”, Leopoldo Lugones exalta la obra del poeta santafesino, a quien bautiza como “el hermano luminoso”.
En 1928 nace el tercer hijo de José Pedroni: Juan Carlos. En 1930, llega al mundo la única hija del poeta: Ana María, hoy radicada en Guatemala.
Los conceptos elogiosos de Lugones hacia el poeta, terminaron convirtiéndose en una pesada carga, a punto tal que debieron pasar diez años para que aparezca el libro sucesor de “Gracia Plena”: “Poemas y palabras”. En 1937 José Pedroni publica “Diez mujeres”.
En 1941, “El pan nuestro”. Y en 1944, “Nueve cantos”. Hasta que en 1956, luego de varios años de espera, aparece la que para muchos fue su obra cumbre: “Monsieur Jaquín”. Este libro es un homenaje a los primeros inmigrantes que trabajaron la tierra, especialmente a los fundadores de la Primera Colonia Agrícola Organizada del país: Esperanza.
En 1959, el escritor funda en Esperanza el Teatro de Títeres “Pedro Pedrito”, con la colaboración de otro gran artista: Ricardo Borla.
En mayo de 1960 se publica “Cantos del hombre”.”
(www.pampagringa.com.ar)
CANTO DEL COMPAÑERO DE RUTA
Dejadme marchar con vosotros,
poetas surgidos del pueblo;
dejadme ser vuestro compañero de ruta
en mi último trecho.
No quiero quedarme olvidado
en el mundo viejo
Quiero marchar con aquellos que “entonan
los cantos nuevos de los tiempos nuevos”.
Dejadme ser vuestro compañero de viaje.
Vengo de lejos.
Mirad aquel confín de piedra y humo
aquel desierto.
Para alcanzaros en la marcha
me aligeré de todo peso.
Tuve que atravesar mi propia noche
de extremo a extremo;
abrirme paso entre las ramas negras
de un bosque seco…
Para alcanzaros en la ruta
del aire fresco.
He llegado, por fin;
pero estoy por el suelo.
Ayudadme a ponerme de pie;
poetas surgidos del pueblo;
llevadme donde el agua;
dadme vuestro pañuelo;
enseñadme un lugar de trigo joven,
para echarme de pechos,
y dejadme dormir mi primer día
en vuestro día nuevo.
Una paloma que me guía, blanca,
será mi hermoso sueño;
la paloma que espera y se adelanta,
de cortos vuelos;
la paloma que todos hemos visto
una vez por lo menos;
que se recuerda como un ángel,
el ángel bueno.
Al despertarme, no digáis de mí
ni esto ni aquello.
Atrás dejé la noche del pasado,
y ya no lo recuerdo.
Si algo queréis decir,
decid: –Ha llegado el buen viejo.
Decid: –Quiere ser nuestro compañero de ruta;
quiere que lo llevemos;
quiere marchar con aquellos que “entonan
los cantos nuevos de los tiempos nuevos”
Atrás eché los fardos del pasado.
Ya no los siento.
No me dejaban ver las cimas.
Me he librado de ellos.
Como la planta sin la piedra,
estoy derecho.
Y ahora quiero marchar con vosotros,
poetas verdaderos;
hacer vuestro camino
de sol y nacimiento,
de trigo y bosques rescatados
y de gallos que cantan en los techos.
Dadme la voz, que es tarde.
Pronto, que se va el tiempo.
Sobre la ruta estoy con mi caballo.
No puedo contenerlo.
Toda la noche contemplé las luces
de la ciudad sin miedo.
Está allí, junto a un río,
donde el trigal se encuentra con el cielo.
Porque voy a alcanzarla y a perderla,
quiero llegar con los primeros.
Llenó de ramas muertas está el árbol
del mundo viejo.
Ya se lo ve caer en el ocaso.
El viento es fuerte y fresco.
Trae el rumor de voces
del batallón del pueblo
que a cuestas lleva el árbol y los pájaros
del mundo nuevo.
Los poetas están en el camino
y hacen allí los versos.
Están poeta, obrero y campesino
unidos en el trébol.
Hay quien sale a mirarlos en el día,
y ve que aquello es bueno.
Hay quien mira y no ve; hay quien no oye
el canto mensajero,
y hay quien se hace a la calle
para alcanzar el trueno
de la marcha de hocesy amapolas.
Yo soy uno de estos.
Mi puerta quedó abierta
y la golpea el viento.
¡Dejadme ir con vosotros,
compañeros!
(“Cantos del hombre”, 1960)
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