(Nueva colaboración AnóniMa)
Marcelo,
A vos, que te gustan tanto los enigmas y las casualidades, te cuento esto:
Hace unos meses me reencontré con un viejo amigo, mío y de mi marido, que no veía hace años.
Desde que nos reencontramos hablamos con frecuencia.
El lunes, recordando viejas cosas, me contó que mientras estudiaba Ingeniería sucedió el golpe de Onganía y que él con un grupo de integrantes del Centro de Estudiantes se dedicaron durante varias semanas a pegar una poesía en paredes, baños y los alrededores de la facultad. Hablábamos en realidad de la inocencia de una época remota, mezclando nostalgia y perplejidad por el presente.
Me dice entonces: "me acuerdo del poema pero no del autor" y me lo recita. Es, por supuesto, Pedroni y yo le comento: "es un poeta muy contradictorio pero a mí me encanta su obra".
Esta es la poesía que a modo de proclama distribuían los jóvenes activistas de entonces:
La hoja voladora
Derribarás un árbol, dos, tres, cuatro,
pero la hoja no.
Siempre hay una hoja que se salva
y vuela bajo el sol.
Encerrarás un ave, dos, tres, cuatro,
pero su canto no.
Hay dos cosas eternas como el aire:
la idea y el amor.
La hoja de la imprenta de Sarmiento
era igual que su voz.
Entraba por debajo de las puertas
como el grillo y el sol.
El tirano quería detenerla,
pero no pudo, no.
En su propio bolsillo la encontraba,
en el de su reloj.
Si la quemaba, se volvía llama.
Si la rompía, se volaba en dos.
El martes, sintiéndose convocado, apareció por radio Nacional.
Un abrazo.
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