domingo, 9 de noviembre de 2008

Delito en la isla de las cabras

Empujada, obligada casi por el entusiasmo del conductor y del ganador del pasado lunes, empecé a leer Delito en la isla de las cabras.

El principio pudimos entreverlo apenas durante el programa, dada la rapidez con que fue reconocida la obra. Un lugar solitario; tres mujeres cuyas vidas han quedado, por distintas razones, atoradas en ese lugar: Ágata, su cuñada Pía y su hija Silvia. Y llega un forastero. Un comienzo con muchas posibilidades. Lo encuentran en Hollywood y nos asestan otro megabodrio. Se le ocurre a Ugo Betti y ...

Están, entonces, las tres mujeres. Ágata, una viuda, la única que parece estar en ese lugar por voluntad propia. Pía no sabemos bien por qué se queda, pero anda con unas ganas de tomárselas y Silvia, que está estudiando en la ciudad, entendemos que su estadía ahí es algo transitoria.

El forastero, Ángel. Todavía no he decidido qué pensar de él. El muchacho se postula fuerte y delicado. Es comprador, viene con toda la intención de quedarse en la casa. Pero su discurso es también, a veces, triste, incisivo, profundo. A primera vista parece que su plan es aprovecharse de las mujeres, de alguna o de las tres, aunque cuando miramos más de cerca, vemos que ellas no son mujeres de las que sea fácil aprovecharse, al menos no contra su voluntad. Dinero, riquezas no están a la vista; las mujeres subsisten gracias a unos cabritos, así que lo que está en juego es otra cosa, mucho más fina, hay un juego de poder mucho más sutil. Con el tiempo, Ángel se nos presenta un poco vago, un poco macaneador, se queda con la ropa del finado, a veces zamarrea y les grita un poco a las mujeres. Y ellas lo adoran y lo detestan por turnos, a veces sucesiva, a veces simultáneamente.

Todavía no terminé de leer, pero ya miré el final. Ya lo sabemos, no por nada la obra se llama Delito en la isla de las cabras. Y sin embargo, ..... qué final para sufrir hasta el último momento. Ángel se cae a un pozo, una especie de aljibe. Él solito, eh? no van a creer. Pero la situación entre las tres mujeres es tan enredada, tan compleja, que hasta el último momento no sabemos si alguna de las tres va a aflojar y le va a tirar una soga, una escalerita, algo..... pero, y después?... después?

Como para irme despidiendo de la obra, quería recordar una vez más las palabras que Ángel le dice a Pía, casi como su presentación. Con serenidad, casi triste, Ángel dice:

"Desgraciadamente, el hombre está viciado. Su misma conformación le obliga. En cuanto a mí, por mi misma naturaleza, me siento muy inducido a estas cosas; me siento obligado a pecar. ¿Usted no?"

Mire que me han preguntado cosas, pero todavía nadie me preguntó: "¿Usted no?".

2 comentarios:

Marcelo Perenchio dijo...

Me traicionó el narcisismo. El siguiente Comentario iba en esta Entrada, no en mi pobre "Tres esbozos".
Brillante resumen, Marta. Y el asunto me recuerda un cuento del reciente Dalmiro Saenz, que creo se llama "Sur viejo" y es uno de los que tomó Torre Nilsson para su recreación de "Setenta veces siete". ¿Dónde conseguiste la obra? ¿En la Internet?
Y agrego: Qué buena biblioteca esa, tienen a Ugo Betti. ¿Es la de tu colegio, Marta?

Marta dijo...

Hola, narcisismo!
Pensé que era un error de blogger. Por ejemplo en el blog de Fernando, en una época, escribías tu comentario pero no sabías donde iba a salir. Pero como vi mi nombre en el comentario a la otra entrada contesté.
Te contesto ahora la segunda parte: se trata de la biblioteca popular mayor de la ciudad. Y sí, es una biblioteca buenísima, aunque sus socios estamos en vías de extinción. Por la módica suma de 14 pesos mensuales me prestan hasta tres libros por quince días. Mucho más de lo que puedo llegar a leer...
A propósito, voy a buscar este Sur viejo. Leí algunas cosas de Dalmiro Saenz cuando era adolescente, estaría bueno refrescarlo.