martes, 18 de noviembre de 2008

Recién nacido

Tengo “El profeta” en un pequeño volumen de Longseller, de la colección Clásicos de Bolsillo. La introducción es de Delia N. Arrizabalaga:

“Khalil Gibrán nació en la aldea de Bsharreh, ubicada al norte del Líbano, el 6 de enero de 1883.
Su madre, Kamile Rahme era hija de un sacerdote maronita, misionero en Brasil, perteneciente a la secta cristiana de los maronitas, seguidores de San Marón. En ese país, Kamile contrajo un primer matrimonio del que nació su hijo Pedro.
Al quedar viuda, regresó con su hijo a su Líbano natal, donde más tarde contraería matrimonio con Khalil Gibrán padre.
Siguiendo la tradición, a su primer descendiente le fueron impuestos los nombres familiares, Gibrán Khalil Gibrán, que posteriormente quedarían abreviados a Khalil Gibrán.
Siendo aún muy pequeño, emigra con su familia –excepto su padre- a los Estados Unidos, concretamente a Boston, empujados por la aguda crisis económica que azotaba a Oriente Medio.
Después de varios años de estudios privados en Boston, Gibrán fue enviado por su madre de vuelta al Líbano, para que se educara en la Escuela de la Sabiduría (Beirut). Allí estudia medicina, historia de las religiones, derecho internacional y música. Sin embargo, se destaca sobre todo en pintura y dibujo.
Tiene dieciséis años cuando publica su primer poema y edita la revista ‘La verdad’.
En 1901, a la edad de dieciocho años, viaja a París para completar su educación durante dos años en conocimientos históricos. En esta época, Gibrán gesta ‘Espíritus rebeldes’, polémica obra que será prohibida y quemada rápidamente.
Es entonces cuando la tragedia se cierne sobre la familia de Khalil Gibrán en forma de enfermedad, al morir su hermana Sultana, su hermanastro Pedro y su madre, consumidos por la tuberculosis.
Debido a este fatal acontecimiento, Gibrán regresa a Estados Unidos para vivir junto a su única hermana viva, Mariana. Allí se dedica a la pintura y a escribir en árabe.
En oportunidad de su primera exposición en Bostón, hacia el año 1908, conoce a la señorita Mary Haskell, que se constituirá en mentora de sus estudios pictóricos en París; ciudad a la que se traslada ese mismo año.
Como resultado de la educación cosmopolita que había recibido y del ambiente que le rodeaba, Khalil Gibrán se convierte en un gran estudioso primero y después en intérprete de las relaciones surgidas entre América, Europa y Oriente Medio.
Hombre tímido, solitario, lector incansable, profundamente enamorado de su lengua nativa, Gibrán se traslada definitivamente en 1917 a Nueva York, donde vivió toda su adultez en un pequeño estudio de un cuarto piso.
Muere el 10 de abril de 1931, a los 48 años de edad, en la ciudad de los rascacielos.
Sin embargo, Khalil Gibrán siempre soñó con regresar a su hermoso Líbano, patria de su corazón, donde finalmente fue enterrado el 21 de agosto de 1931, después de una triunfal procesión hasta su aldea natal.
Entre sus obras literarias se destaca “El profeta” (1923), considerada como la obra maestra de Gibrán y según su propio sentir, parte de sí mismo.
De 1918 datan “La procesión” y “El loco”. Otras obras póstumas que se destacan son:
1932: ‘El vagabundo’
1933: ‘El jardín del profeta’
1948: ‘Ninfas del valle’
1959: ‘La voz del maestro’
1961: ‘Pensamientos y meditaciones’
El denominador común en todas sus obras es un profundo misticismo expresado a través de temas como el Amor hacia la Humanidad, y la Libertad más allá de las leyes humanas.”

En verdad son inescrutables los caminos de la memoria y de la intuición. A veces intuyo en un periquete la lectura, sin haber leído el libro, y a veces, con un libro leído y muy masticado, la memoria falla. Fue el caso de este lunes, con “El profeta”. Claro que Luis Gobea tampoco dio tiempo a nada; respondió en 35 segundos para obtener su novena victoria del año.

Cito de “El profeta”:


“Y una mujer que estrechaba a un niño contra su seno pidio:
‘Háblanos de los niños’.

Y él dijo:

‘Sus hijos no son hijos suyos.
‘Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
‘Vienen a través de ustedes, pero no desde ustedes. Y, aunque están con ustedes, no les pertenecen.

‘Pueden darles su amor, pero no sus pensamientos, porque ellos tienen sus propios pensamientos.
‘Pueden albergar sus cuerpos, pero no sus almas; porque sus almas habitan en la casa del mañana, que ustedes no pueden visitar, ni siquiera en sueños.
‘Pueden esforzarse en ser como ellos, mas no intenten hacerlos como ustedes; porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.

‘Ustedes son como el arco desde el que sus hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante’.


Y les cuento:

Otro lindo momento con el Fulanito es cuando jugamos al recién nacido. Es decir, cuando lo bañamos.
Ahora ya está grande, pesa más de siete kilos, ya se anima a chapotear y enchastra toda la mesada, pero una de las primeras veces, cuando todavía tenía los ojos semicerrados y no sabía sonreir, al sacarlo de la bañaderita y mecerlo para que se le escurra el agua, viéndolo así, húmedo y brilloso, se me ocurrió exclamar: “¡Es un varón, es un varón”, y lo puse vertical en el aire delante de Cristina, como hizo la obstetra la tarde aquella, y dije como ella: “Mirá, miralo, mirá a tu hijo”, y después, alcanzándoselo, le digo: “Tome, enfermera, tome, envuélvalo en alguna cobija y póngaselo a la madre...”, y a él, ya envuelto en la toalla, le digo: “Pará, pará, nenito, yo soy tu papá, yo también estoy en el parto, vení, para qué creés que estoy, para qué vine, vine a esperar lo que me traés en el sobaco, acá…” , y trataba de hacerle cosquillas con un dedo pero él apenas si miraba alrededor, “dame, dame, nenito, entregame el libro que traés bajo el brazo, ¿no trajiste un libro abajo del brazo?, dale, dame, dameló”, y los seguía hasta el dormitorio para ayudar a vestirlo.
Hoy, con casi seis meses, seguimos jugando al recién nacido cada vez que lo bañamos, y ahora el tipo participa, pareciera que entiende,“un varón, un varón”, digo yo, y se lo paso a Cristina, le hago cosquillas y él levanta los brazos y se ríe, “dame mi libro, dame mi librito”, le digo, y él me mira a los ojos como para que lea

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