Un comentario a mi entrada anterior menciona la "lectura obligatoria" de los clásicos.
En buena hora que un docente, contagie el sabor, el placer y el gusto por la lectura.
Sea la del diario, de la guía telefónica, de la revista Selecciones, del Tony, o de un libro.
En hora buena, si es por uno de los clásicos.
Un par de cosas. A los clásicos no se llega así nomás.
Hay obras, que primero debe uno rondarlas, como una forma de aproximación.
Y sin querer, estamos siguiendo la sugerencia de Francisco Romero: 'A la filosofía hay que rondarla hasta que uno descubre que ya está adentro', pero aplicado a los libros.
Pienso en El Quijote, en el Martín Fierro y tantas obras emblemáticas.
Programas irracionales como este, le dan la mano a uno, y le permiten recorrer el zoológico literario, en formato visita guiada..
De la mano del Hugo y la Baldessari, la visita es segura: uno habrá de reincidir por voluntad propia, y probablemente se vaya animando a hacer el recorrido solo, para luego ofrecer a terceros el acompañamiento/guía, alguna vez recibido.
Para acercarse al Quijote y sus anexos, hay una obra de Federico Jeanmaire, "Una lectura del Quijote" que oficia de mataburros, y nos ayuda a captar la esencia de Miguel de Cervantes Saavedra.
Federico es un facilitador, al igual que Alvaro Abós, Rodolfo Bracelli, u otros preiodistas que al escribir, o reseñar un libro, nos dejan con una ansiedad insaciable por salir a conseguir el broli en cuestión.
Por eso, hablar de lectura obligatoria, pasa a ser un sinsentido. Esto se lo escuché decir a Emilio Tenti Fanfani, un sociólogo weberiano, seguidor de Bourdieu, especialista en educación.
Emilio objetaba a cierta altura de los hechos, esto de señalar lectura obligatoria en algunas materias. Será lectura recomendada en el mejor de los casos, pero perfectamente uno puede agarrar un broli que le parezca un moco, y en lugar de incorporar conocimientos, desande el camino recorrido. Por eso aventuraba no creer en la lectura obligatoria ..
Quizá esto tenga un poquitín mas de asidero [si es que algo tiene], en la cosa orientada a estudiar determinada cuestión.
Pero arriesgo, y lo llevo al campo literario, o al parrafero.
Hay autores que uno desconoce, y otros que lo embolan soberanamente. A Dios gracias, ya que en la diversidad, se muestra el universo del arca de Noé.
Varias elecciones complejas del archicófrade y su mulitudinario equipo de producción, nos acercan a títulos desconocidos, o nos plantean una faceta interesante de un autor hasta ese momento insignificante pa' nos.
Por eso los buenos maestros, nos llevan de la mano, y sin decirnos nada, nos orientan, nos hablan, y generan en nosotros, cual canes de Pavlov, un reflejo sediento con el mero hecho de emitir el nombre de algunos clásicos.
Pero aún siendo perros, el maestro debe trabajar junto a ellos [o sea nos], como pa' generar el reflejo.
Digo, si no hubiese sido por PI, difícilmente me hubiese acercado a la Sylvia Plath.
Ahora anoté en mi balance contable literario, en la columna del debe "El coloso" poesía de la Plath.
Todo se interrelaciona: perros, libros [que no muerden], la doble entrada de Luca Pacioli, Tenti Fanfani, Jeanmaire, Sancho Panza y el manco de Lepanto.
Y toda la parrafada. Bien sûre!
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