domingo, 21 de diciembre de 2008

Quizá

Otra semana agraciadamente femenina en este triste diciembre. Fuera de Quique Figueroa, que volvió a sorprender con otra de sus rarezas, todas fueron mujeres en el podio: Marta Zander, Verónica Cornejo y María Suárez, que repitió.
En torno a la segunda victoria de María, precisamente, se produjo un confuso episodio al final de la semana. La Dama de Coghlan, tras ocho minutos y pico de escucha, se decidió a llamar pese al muy distinto comienzo que notara entre lo que Hugo leía y el libro que ella tenía en sus manos. Otros indicios la habían hecho pensar en esa novela, pero cuando la sacó de su biblioteca y buscó el inicio, vaciló. Finalmente, la reiterada omisión de un nombre femenino de cuatro sílabas durante la lectura, más la reveladora mención de Swann, la convencieron de que, a pesar de todo, aquello era “Albertina desaparecida”, de mi tocayo Proust.
También a mí me ayudó el nombre de Swann, y llamé justo antes de María. Pero yo dije: “Albertina recuperada”. Leo Acevedo, amable pero firme, desaprobó esa respuesta. “Bueno, ‘Albertina recobrada’”, dije entonces. “Tampoco”, dijo Leo. “¡Cómo que no!”, exclamé, “Es ‘Albertina recobrada’, o recuperada, o algún otro sinónimo, de Marcel Proust. Vamos, ¿no me vas a ayudar con la palabra que me falta?” “El autor está bien”, dijo Leo, “pero no puedo dar ayuda, y no es un sinónimo”, terminó, ayudándome de todos modos. “Bueno, está bien”, acepté yo, “voy a ver si tengo tiempo de buscar bien el título. Chau. Gracias”, me despedí. Y a los pocos segundos, antes de que pudiera encontrar una fuente adecuada, sonó el timbre y era María. Y cuando ella dijo: “Albertina desaparecida” me quise morir. Evidentemente, me había quedado más en la memoria el juego de palabras con que algún articulista tituló alguna reseña, que el título real de Proust.
Pero, más allá de mis percances personales, quedó sin dilucidar esa extraña variante en el comienzo, no atribuible, creo, a diferencias en la edición o la traducción. María leyó las primeras líneas de su libro y en verdad son muy distintas de las que oímos en la voz de nuestro conductor. “Y así, lo que me figuraba que no suponía...”, fue el comienzo de Hugo. (Lo cito de memoria, no volví a escuchar mi grabación del programa.) Realmente, da la impresión de que esa frase venía de, por lo menos, un párrafo anterior. Pero bueno, quedará en el misterio.
Y otra cosa: “Albertina desaparecida”, ¿pertenece o no al ciclo de “En busca del tiempo perdido”? También eso me quedó en la nebulosa. Al escuchar la charla entre Hugo y la ganadora, supuse que sí; pero al final, cuando Hugo lee los siete títulos que componen la obra cumbre del francés, aquel no aparece. Y en la breve búsqueda que hoy hice en la Internet, tampoco. Encontré esto:

• En busca del tiempo perdido (1913)
Por el camino de Swann(1913)
A la sombra de las muchachas en flor (1919)
El mundo de Guermantes I y II (1921–1922)
Sodoma y Gomorra I y II (1922–1923)
La prisionera (póstuma, 1925)

La fugitiva (póstuma, 1927)
El tiempo recobrado (póstuma 1927)

¿Y “Albertina...”
¿Alguien podrá quitarme esta duda?
Pero la semana comenzó el lunes, y ese día Marta Zander se alegró doblemente: por ganar una vez más, y por ganar con Poesía por primera vez. En pocos segundos la profesora de Bahía Blanca reconoció uno de los “Sonetos” de Garcilaso de la Vega. Los había conocido, dijo, en una novela de Garcia Marquez y más tarde consiguió el libro. Después de la charla, Hugo nos preguntó si la lectura de Garcilaso nos llegará hoy en día de alguna manera; si es admisible su lirismo o resulta ya muy ajeno a nuestra sensibilidad. Al otro día busqué en mi casa un delgado volumen con una selección de la escasa obra del renacentista español; lo hojeé como otras veces, me adentré en una u otra de las composiciones, pero me pasó lo de siempre: pierdo el hilo. Ejemplifico esto copiando el soneto que Hugo empezó a leer.
Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

Hasta acá algo se entiende: El tipo se dice (como me decía yo hasta hace poco): “Para la vida disipada que hice, no estoy tan mal”. Y sigue:

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Acá ya se me complica. Si bien una nota al pié indica que ‘mi cuidado’ debe leerse como ‘mi amor’, no sé entender todo el sentido de los versos. ¿El tipo estaba peor de lo que se supuso, está por morir, y se lamenta, más que nada, por quedarse sin su amada? Y el final es directamente chino para mí.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que, pues, mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

Ahora que lo escribo, sin embargo... Podría ‘traducirlo’ así: “Me equivoqué con la mina, y sobre que yo mismo me veía para el traste, ahora, con esta maldita, estoy entregado.”

Exégesis lamentable, seguramente, pero sobre todo trabajosa. Y hojeo alguna de las églogas o canciones, con referencias helenistas o paganas, y no me dan ganas de tanto desciframiento. Básicamente, entonces, para responder a Hugo diré que se trata sobre todo de un problema con el vocabulario, o con la construcción tan enrevesada que se estilaba, un problema de lenguaje –y del poco tiempo, o de la poca paciencia para paladear que el poco tiempo nos deja.

El martes ganó Verónica Cornejo con una novela de Doris Lessing. “Canta la hierba”, se llama. Doris Lessing es la vieja que ganó el premio Nobel el año pasado. Estuvo muy presente en los medios a raíz de eso, diciendo muchas cosas, todas muy edificantes. Es una inglesa que nació en Iran y vivió mucho tiempo en Sudáfrica, donde ambientó alguna de sus historias. No creo que me guste. Pero le gusta mucho a la madre de Verónica, quien hurgó entre sus libros hasta que dio con un título probable, y acertó. Nuevo triunfo de la “joven” de Lugano que, yo creo, se asegura ya el segundo puesto del certamen anual.
El miércoles, el insólito Quique Figueroa recordó una lectura de la secundaria (como viene sucediendo con otros oyentes últimamente ) y respondió que Hugo leía “La venganza de don Mendo”, de un tal Pedro Muñoz Seca, que es este:

Pedro Muñoz Seca nació en El Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, el 20 de Febrero de 1879, a pesar de que el mismo autor hizo creer jocosamente que el año de su nacimiento fue 1881.
"Confieso un poco encendidas las mejillas, que me quitaba años. Di en pensar que el 1881 era un capicúa lindísimo y digno de que hubiera nacido en él un tío de mi buena suerte y, sin más trámites, decidí, propalé e hice constar en todas mis biografías, que había venido al mundo el 20 de Febrero de 1881 a las diez y cuarto de la noche, hora corriente de comenzar los espectáculos".
(...)
Marchó a Madrid a probar fortuna, como lo hacían tantos provincianos. Con 150 ptas. y otras 100 que su madre le cosió en el chaleco por si tenía que volver, llegó Muñoz Seca a Madrid. Sus comienzos en la capital del reino no fueron fáciles. A la vez que buscaba trabajo intentaba introducirse en el ambiente teatral.
Tras tiempos de penuria, en la tertulia del Café Nueva España conoce al autor Sebastián Alonso y juntos ponen en escena El Contrabando, su primer estreno en Madrid, en 1904. Animado por este éxito, se sucederán varios estrenos en colaboración con éste y otros autores o en solitario. Simultáneamente, escribe en las tres revistas más importantes de la época: Blanco y Negro, Nuevo Mundo, La ilustración Española y Americana. Además en este período todavía son frecuentes sus escritos poéticos.
(...)

El nombre de Muñoz Seca se identifica pronto con el de un género teatral nuevo, -el astracán- y solo, o con sus colaboradores Pérez Fernández y luego García Álvarez, dio a la escena trescientas obras cómicas entre 1915 y 1936.
El astracán es un género cómico menor que sólo pretende hacer reír pero, eso sí, a toda costa, utilizando chistes, a veces, incluso de mal gusto. Los críticos señalan que proviene directamente del juguete cómico, cuyos recursos ridiculiza, y González Ruiz observa que en el juguete cómico, el equívoco planteado acaba por deshacerse mientras que la peculiaridad del astracán consiste en llevar el convencionalismo de frente y dejarlo descarnado ante el público. En este caso, la acción, las situaciones y los personajes dependen del chiste, que suele ser de rutruécano, y de las deformaciones cómicas del lenguaje. Para los críticos:
"Muñoz Seca, a ciegas, mezclándolo todo, sin finura, a pesar de su carácter, temperamento y cultura nada revolucionarios, pega el primer puntapié a los viejos esquemas del teatro cómico español y comienza, sin más ni menos, el teatro del absurdo. El teatro del disparate. El astracán."
(...)
Poco antes de ser asesinado (17 de Julio de 1936) estrenó su obra La tonta del rizo en el teatro Poliorama de Barcelona. Debido a sus ideas fue fusilado a principios de la Guerra Civil en Paracuéllos del Jarama (Madrid). En la carta de despedida a su esposa mostraba su entereza y fe religiosa. Parece ser que sus últimas palabras antes de morir fueron:
"Me podéis quitar todo, menos el miedo".
(...)
Su obra más famosa fue La venganza de Don Mendo, «caricatura de tragedia en cuatro jornadas» estrenada en el teatro de la Comedia por Bonafé y por Irene Alba, con éxito extraordinario. No deja de resultar paradójico que Muñoz Seca escribiera obra tan regocijante en medio de una larga enfermedad; según testimonio familiar, éste padeció una úlcera de estómago que le obligó a guardar cama por tres meses y a régimen de leche solamente. En esta situación escribió dicha obra en la que la afición que tuvo por el teatro clásico del Siglo de Oro se muestra emparejada con las técnicas propias del astracán. Entre sus papeles se conservan unas páginas manuscritas de El pendón de don Fruela, también parodia de un drama histórico, y que José Montero Alonso, no se sabe con que fundamento, considera escrita con anterioridad al Don Mendo y quizá su fuente de inspiración. Por ello, se considera a la obra como una "parodia", y se puede describir como una imitación burlesca de una obra seria en literatura.
Pero las parodias existieron desde la antigüedad, y nunca respetaron ningún género literario, se encargaban de criticar los aspectos más vulnerables de una obra. Pero para que tenga éxito, el espectador tendría que estar familiarizado con el texto parodiado y que lo reconozcan a través de la degradación experimentada en la versión paródica. Se dice degradación porque las parodias pretendían dar una visión antidramática de la obra parodiada. A lo largo de la historia del teatro español, se han hecho "comedias burlescas o de disparates" basadas en obras muy conocidas, que culminaron en 1918, año en que se estrenó la obra cumbre del comediógrafo portuense, La venganza de Don Mendo.
Cuando apareció Don Mendo, el público español tenía el recuerdo difuso de las obras lopescas y calderonianas, muchos de cuyos elementos habían recogido los dramas del Romanticismo. Muñoz Seca conocía bien a su público y el momento teatral, y no se propuso hacer reír a costa de dramas apenas recordados del Siglo de Oro, sino a costa del movimiento reciente modernista.
La venganza de Don Mendo es una obra brillante que abunda en juegos de palabras y chistes y que es una degradación a todos los niveles de los elementos propios del drama histórico, con fines paródicos. Los anacronismos presentan una mezcla detonante del ayer y del presente, y los personajes medievales se mueven en un mundo dominado por la moral utilitaria del tiempo de Pedro Muñoz Seca.

Lo anterior, por supuesto, violentando mis principios lo saqué de la Internet.
También me copié algo sobre Edmundo Valadés, el autor del jueves, pero sobre ese Párrafus ya escribió Quique, así que me lo guardo. Sólo agrego que, como en el caso de Juan Martini (y como le ocurre a otras mujeres en otros órdenes), María Suárez necesitó doble ración de lectura para alzarse con su primer triunfo de la semana. Hugo leyó completo el cuento “La muerte tiene permiso” y empezaba “Todos se fueron a otro planeta” cuando apareció María.
Y sobre el viernes ya abundamos. Y sobre hoy, sábado, ¿qué decir? Que estoy en el trabajo, en las primeras de las largas doce horas de mi guardia, que no tengo ninguna gana de escribir, que no se me ocurre nada –como se habrá notado-, que tengo sueño, y que quizá, de hoy para mañana, desista de poner este pastiche en el Blog. Quizá.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Marcelo: En el ejemplar que tengo, que lo fuimos adquiriendo por separado y posiblemente sea de diferentes ediciones, del que -- confieso -- solo leí "Por el camino de Swann", tengo un tomo que se llama "Albertina ha desaparecido" y empieza "La señorita Albertina se ha marchado ..." y otro "La Fugitiva" que empieza "Se fue la señorita Albertina ...", luego los dos siguen casi igual. Me parece que más que aclarar oscurecí.

Marcelo Perenchio dijo...

Gracias, Sandra. Ya lo averigué: Parece que en algun momento "La prisionera" y "La fugitiva" se editaron juntos como "Albertina desaparecida". Y en los noventa Anagrama editó una versión dactilografiada, recién descubierta, levemente distinta, que llamó "Albertina reencontrada"; de ahí mi confusión, quizá. Un beso. Felicidades.
Ah, el Gustavo que pone el siguiente Comentario en mi vieja Entrada "Traedor", ¿no es el tuyo, no?

GUSTAVO dijo...
Ahora entiendo!
¿qué te preocupa tal y cual escritor que criticás con tus aires de sabelotodo?
si lo tuyo es: COMBUSTIBLE ESPIRITUAL!
ACLARADO EL TEMA PARA MI!

22 de diciembre de 2008 22:01

En cualquier caso, gracias a este Gustavo por entender, aunque no leyó bien mi texto. Abrazo.

Jorge Aloy dijo...

En el reciente año 2006, la editorial CS Ediciones publicó En busca del tiempo perdido, en siete tomos. Paso a enumerarlos:
1) Por el camino de Swann
2) A la sombra de las muchachas en flor
3) El mundo de Guermantes
4) Sodoma y Gomorra
5) La prisionera
6) Albertina ha desaparecido
7) El tiempo recobrado
El libro en cuestión (o esta versión)comienza así:
CAPÍTULO PRIMERO. El pesar y el olvido.
"¡Se fue la señorita Albertina!" ¡Cómo llega el sufrimiento psicológico más lejos que la misma psicología!
Hasta aquí Proust. Cada editorial, a través de los años, por cuestiones de costos o conveniencias insospechadas, publicó esta obra fragmentándola de diversas maneras.
Lo que no puedo aclarar es como empieza en esta edición La prisionera, ya que es el único tomo que me falta.
Un abrazo.
Jorge Aloy (oyente número 100.013)

Gerardo dijo...

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO (usado y en un sólo tomo con papel biblia encuadernado en azul en buen estado de conservación) se consigue a $ 300.- en la zona de congreso- ver en mercado libre