jueves, 18 de diciembre de 2008

Siguiendo con Martelli...

Siguiendo con Juan Carlos Martelli, el último autor de la semana pasada, quiero contar que el lunes, cuando pasé por lo de madre, volví a hojear su novela “Gente del sur” y me encontré con algo que no recordaba y me sorprendió. Está al principio, en la página que sigue a la dedicatoria (“Para Marina, este libro con amor”). Lo trascribo:

ACLARACION

Este, que es el primer libro de la trilogía que termina con “Los tigres de la memoria”, es, al mismo tiempo, la más ficticia y la más real de las tres obras.
La más ficticia porque el autor, yo, era muy joven. Y el protagonista, Cralos, inevitablemente también.
La más real, por las mismas razones.
He tratado de rescatar, sin vergüenza, el lenguaje de ambos, que supo ser poético. También el inmaduro –estúpido es lo mismo- sentido de lo dramático que nos caracterizaba a todos.
Por tanto.
In memoriam de los que formamos, hace quince años, un grupo llamado “Gente del sur”, que se proponía conquistar América en nombre de una revolución abstracta.
In memoriam del Perú, país aún amado y mentido.
In memoriam del joven JCM (Cralos), alegremente muerto.
In memoriam de los que sobrevivimos.
In memoriam de los pocos -¿dos, tres?- que recién estamos aprendiendo a vivir.

A partir de estas palabras preliminares, es evidente que lo que sigue, la novela, tiene mucho de autobiográfico. La estoy leyendo (por fin, y gracias a la aparición de Martelli en Párrafus) y me parece extraordinaria. Y ya me estoy lamentando otra vez, más todavía, por no haber ganado “Los tigres de la memoria” en el concurso sucursal del último jueves -pero no pensé para nada en Carlos Galettini como el director de la versión cinematográfica.
Otra cosa significativa es lo que leo en la página 40:

“Kris que vive su fotonovela como corresponde, como un drama, se sienta en la cama y me muestra un alicate. Hace tres o cuatro días le he explicado que ese tipo de actos me hace muy feliz. Le dije: si me dicen no estás solo, estás conmigo; estoy solo. Si me cortan las uñas, no.”

Esto rima con el verso que se cita en la reseña del libro de poemas que copié de Internet los otros días:

“Ella era tan dulce que me cortaba las uñas con la mirada”

Prístina muestra, creo, de la coherente, fiel y singular obra de Martelli.

Siguiendo ahora con el ganador del juego de aquella noche, pido disculpas a Gustavo Cwirin por haber escrito mal su apellido. Es en verdad del todo inexplicable. O no tanto. Tal vez la modorra tuvo que ver. O tal vez…
Tras dormirme alrededor de las once y media, el despertador me avisó una hora después que empezaba Párrafus. Ahí estuve, entonces, escuchando como siempre con papel y lápiz en mano. Y cuando Hugo pidió al ganador que deletree su apellido, lo escribí tal cual, letra por letra. No sé por qué el sábado, cuando reseñé esa noche, lo recordé y escribí con K. O tal vez sí lo sepa… Tal vez fue porque en ese texto recordé a mi viejo amigo Marcelo, cuyo apellido es con K y W, o porque mencioné mi pasada afición por el mundo Psi, o porque Martelli era medio lacaniano.
A propósito, qué genial uno de los autores argentinos que estoy esperando y no llega. Abre una de sus novelas con tres epígrafes; no recuerdo los dos primeros. Supongamos: “La vida es bella”, Roberto Begnini. “Verla no daba sueño”, Borges. Y después de un espacio en blanco (¡sin frase!), Jacques Lacan.
¡Qué hijoputa!

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