martes, 8 de abril de 2008

Lo que no fue

El otro día me extrañaba que los últimos ganadores debutantes fueran todos mujeres: las números 50, 51 y 52 (Susana Petinatti, Marta Escarpite y María Inés Azarri). Tal vez hubo otra, pero no tengo la lista a mano para verificar. Creo que el último debutante varón fue Alberto Lagunas, de Rosario, que ganó con "Himnos a la noche", de Novalis.
Esta noche, lunes para martes, aparece otro ganador varón de primera vez: Naón Soibelson, de Almagro, director teatral que reconoció la recóndita obra de Eduardo "Tato" Pavlovsky "El robot".
Yo reconocí al autor -Rodrigo me dejó arriesgar- y me gasté 80 centavos del crédito de mi celular en tres lamadas para tirar los siete títulos suyos que pude recordar. Imposible recordar "El robot": no lo conocía. Naón, por su parte, tuvo que buscar su volumen con las obras completas del autor para ver cómo se llamaba aquella obra. Tuvo tiempo: se leyó durante 11 minutos.
Tato Pavlovsky, admirable dramaturgo, psicoanalista y militante cultural, era uno de los autores argentinos que estaba esperando, y con el que me hubiera gustado mucho ganar -como con César Fernández Moreno, otro admirado que esperaba; pero no pudo ser. Había pensado que, cuando llegara su turno, Hugo elegiría "El señor Galíndez", su pieza más famosa -la única que leí-, pero se fue a las antípodas: a una obra de 1966, una de las primeras, parece, y si no fuera por la aparición de un profesional de la cosa, tal vez se hubiese cumplido el mal presagio de ininterruptus que me pareció adivinar en los suspiros de nuestro conductor antes de empezar la lectura. A propósito, Naón se presentó como el esposo de María Inés Azarri, la ganadora debutante del lunes pasado, la actriz que develó "Recordando con ira", de John Osborne.
También dijo Naón que esta obra de Pavlovsky era más "del absurdo", no tan "política" como las posteriores. Se me ocurrió, no sé por qué, que Tato no estaría muy de acuerdo con esto. A mí, sin conocer la una ni -casi- las otras, sin poder, entonces, fundamentarlo, me rechinó un poquitín esa distinción. Pero yo soy un aficionado, "soy un simple vigilador", como dice un compañero cuando discute con el jefe.
Pero lo que también me rechinó esta noche, a raiz de esto de ganadoras y ganadores, fue pensar en algo -otra cosa- que no fue.
Cuando hace poco hice el cálculo pedido por Hugo, que dio como resultado que el ciclo por entonces tenía 49 ganadores, pensé en cómo me gustaría que la ganadora número 50 fuera Cristina, la mía, mi futura mamá. (Cuando nos conocimos, o a poco, yo la llamaba "mi futura novia"; después -¡en chiste!-, "futura esposa"; ahora le digo "mi futura mamá".) Pero ella, remisa como siempre a la exposición pública -y a cualquier clase de fraude-, dijo que ni loca se prestaría. Además, por cierto, la siguiente noche en que escuchamos el programa juntos -circunstancia indispensable para que yo le diera la respuestra correcta-, apareció Susana Petinatti, la taquígrafa de Belgrano, para ganar con el cuento de Drummond de Andrade -del que yo no tuve ni idea.
Hoy, los esposos de Almagro, sin disputarse protagonismo, sin afán de aspirar al trofeo de mayor ganador mensual, decidieron que esta vez fuera él quien respondiera. Lo cual me pareció también admirable. Lo dicho: profesionales de la cosa -que están en otra. Y me saco el sombrero.

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