domingo, 29 de junio de 2008

A. de B. (antes del Blog)


“Soy un asesino, he matado a unos niños. No soy el único acusado: Beckett también es acusado, así como un tercer autor dramático, Pinter tal vez, o Genet, que se funde, a quien veo de verdad fundirse y desvanecerse en un cielo gris pero sin nubes. Beckett asume sus crímenes, no lamenta nada. Su rostro está endurecido, matará a más niños aún, si no se consigue impedírselo. Yo soy presa de los remordimientos, asolado por un sentimiento de culpabilidad invencible. Y, sin embargo, yo no he matado niños. O los he matado sin hacerlo adrede. O quizá he tenido ganas de matarlos, porque ¿quién no tiene ganas de matar niños? Pero no he realizado mis proyectos. La prueba está en que, cada vez que estuve tentado de matar niños, o los maté por descuido, yo mismo llamaba a la policía. Efectivamente, he aquí, de nuevo, acudiendo a mi llamada, el coche negro de la policía, la monolocutora. Aquí está, ante mí; a mi derecha, un terreno sembrado que se extiende a lo largo del Sena. De la tierra brotan semillas, e incluso florecitas blancas con una hoja verde, muguet.”

“La sociedad que intento describir en una obra como ‘La cantante calva’, es una sociedad perfecta, es decir, una sociedad donde todos los problemas administrativos, económicos, políticos, están resueltos. A partir de ahí es donde pueden surgir los problemas fundamentales. La política, es decir, las preocupaciones, pequeñas o grandes, apremiantes o menos apremiantes, nos los ocultaba. ¿Qué se puede hacer a partir del momento en que ya no hay problemas? Cuando ya no hay problemas, aparece el aburrimiento. Pero si ni siquiera existe aburrimiento, se produce la degenerescencia espiritual.”

Eugene Ionesco, “Diario”, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1968

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