viernes, 20 de junio de 2008

Semana corta, aspiración más corta


Al final, quedé sin saber las razones del especial de Párrafus del último domingo.
Esa noche, sintonicé muy sobre la hora (ya sonaba Keith Jarret) y no supe si después del noticiero que antecede se anotició a la audiencia acerca de las razones de la ausencia de Hugo. Igual, estuvo buena la charla con el Oscar Martínez, actor y director que supo tener también un espacio radial nocturno donde leía para los oyentes, creo que en la FM de Rivadavia, allá en los ´80, antes de Dolina. Y al día siguiente, también: a causa de un reloj atrasado, cuando encendí Hugo ya estaba hablando y no sé si explicó algo. Tal vez, se me ocurre, se tomó el día aprovechando el fin de semana largo, y el viernes anterior no tuvo tiempo de avisar debido a los 16 minutos de lectura y la aparición de Ana Maciel sobre el filo de la una.
Pero a propósito de aquel último Párrafus de la semana pasada, hay que decir que esa noche visitaba la radio, en plan laboral, un cronista del nuevo diario fundado por Jorge Lanata, Crítica de la Argentina. Producto de ese encuentro entre Hugo y su colega, el domingo apareció en la sección de cultura una valiosa reseña acerca de Párrafus.
Sobre esto ya escribió la compañera oyente Marta Zander; a su observación referida a la escritura errónea del nombre del programa, debo agregar otra gaffe del cronista: no mencionó al teatro entre los géneros que se alternan en la voz de nuestro conductor. Amén de esto, en lo personal debo deplorar que se me sindique como Encargado de Seguridad: soy un simple vigilador. El encargado del servicio, en el turno mixto que compartimos desde el mes de setiembre, es el señor Walter Rojas, a quien con esta mención agradezco que me permita, los lunes y martes, ausentarme de mi puesto en el horario del programa para escuchar más tranquilo.

El lunes, con o sin explicación de por medio, Hugo leyó una novela del polaco-norteamericano Isaac Bashevis Singer: “El Spinoza de la calle Market”. Ganó el coequiper blogista Fernando Terreno, que demostró un sólido conocimiento del autor.
Yo tengo otra novela de Singer, que nunca leí: “El mago de Lublin” No recuerdo cómo llegó a mis manos, pero sí que, hace años, en aquel ciclo de Domingo Di Núbila en canal 9, “La película de la semana”, vi una versión cinematográfica con Alan Bates como protagonista, de la que casi tampoco recuerdo el asunto; creo que era algo acerca de un pícaro farsante que se hacía pasar por curandero o profeta en una aldea perdida de Polonia. Pero el lunes pensé en otro polaco, más secreto, tan secreto que no creo que aparezca jamás en Párrafus, pero igual no lo nombro, por las dudas.
El martes, “Los físicos”, de Durrenmatt en su faceta de dramaturgo. Ganó Roberto López Motta, y acerca de ese triunfo ya escribí los otros días.
El miércoles, la novela “Mal de amores”, de Angeles Mastreta, permitió el retorno de María Suárez, que antaño, en otras temporadas del ciclo, descollara como permanente triunfadora; según ella, ya no gana tanto porque “se le acabó el repertorio”. Me permito dudar de sus palabras; otras circunstancias de su vida, tan gozosas como el triunfo en Parrafus, deben ser causantes de esta esporádica participación actual. De todos modos, cabe decir que María, junto a Fernando Terreno, son los otros oyentes mencionados en el artículo de Crítica.
Y anoche, jueves, otra vez teatro. Esta vez, de autor nacional, de un clásico reciente: Oscar Viale. Del querible gordito prematuramente desaparecido, se leyó “El grito pelado”, su primera obra, de 1967. Ganó el juego Mario Tsolakián, el hombre de Palermo que, con esta, alcanza su novena victoria del año, colocándose segundo en la tabla de ganadores 2008, solo aventajado por el descarado Perenchio, que suma 16.
A Oscar Viale lo recuerdo en su rol de actor, trabajando junto a Luis Brandoni en una extraña comedia de Carlos Galettini de mediados de los ´70: “Juan que reía”. No sé si también habrá escrito él esa película. Sí es suyo, por supuesto, el texto a partir del cual se hizo en cine “Convivencia”, también con Brandoni, y con José Sacristán. Me parece que también esta la dirigió Galettini, ya entrados los ´90, o poco antes. También actuó Viale en ciclos televisivos, creo, y no sé si no fue colaborador de Humor en alguna época, o será que apareció reporteado en varias ocasiones. Tampoco recuerdo el año de su muerte, pero fue en algún momento de las postrimerías de los espléndidos ´80. Y no sé si había llegado a los cincuenta años.
No recuerdo nada con mucha exactitud, está visto, pero sí conservo una imagen amable y simpática de Viale –lo que, en mí, es mucho decir.

La Crítica del domingo no la tengo; en verdad, no compré nunca todavía ese nuevo diario. Además, no sabía qué día aparecería la nota sobre Párrafus. Me enteré el lunes, en el programa. Y a pesar de la precisión que dio Hugo acerca de la mención de mi nombre, no me apuré a buscarla en la red. El artículo le apareció a Cristina el miércoles, cuando, después de hojear cosas referidas a los cuidados de un bebé, se le ocurrió tipear en Google ‘Esteban Perenchio’. Me lo copié en la máquina (sin la foto, que no se dejó), lo leí repetidas veces (diciéndome que tal vez debería haber seguido el consejo de un/a compañero/a oyente que el año pasado trató de estimularme para que le escribiera a Lanata postulándome para su nuevo proyecto) y ahora, para que todos lo tengan a mano, lo paso al Blog, acompañado de un corto texto que evoca una de mis recientes victorias.

¿No era que no
se leía nada?
De lunes a viernes a las 0.30, Hugo Paredero
comparte por Radio Nacional un texto y el
público descubre de qué libro y autor se trata.

El programa se llama Párrafos
interruptus y es
un juego literario en el
que Hugo Paredero lee un cuento,
poesía o novela y los oyentes
tienen que descubrir nombre
de texto y autor. Quien acierta
interrumpe al periodista en el
aire y se gana el libro. Algunos
jugadores están muy entrenados.
En algún edificio de Buenos
Aires, el encargado de seguridad
Marcelo Perenchio, el hombre
que más veces acertó el libro, se
apresta para un desafío. Todas
las noches, enfrenta a dos duros
rivales, muy bien formados, que
tal vez no tengan un físico fornido
ni preparado para la alta competencia pero sí muchas lecturas.
María Suárez es ama de casa y
Fernando Terreno ingeniero y
luchan todas las noches por alcanzar
a Perenchio en la cima de
la virtual tabla de posiciones.
Crítica de la Argentina pasó
una noche en el estudio para ver
de cerca la mecánica del juego
más literario de la radio argentina.
Lo primero que dijo Hugo
Paredero fue: “No vaya a ser que
justo hoy no me interrumpa nadie”,
casi llamando al fantasma
de la desilusión. La jugada era
arriesgada: leyó Todo eso, de Paco
Urondo, de 1966, que no se
consigue en las librerías.
A las 0 horas y 40 minutos, Paredero
repasó las reglas del juego
e inició la lectura. Los primeros
minutos fueron lentos, Rodrigo
Lammardo, el productor que
atiende el teléfono, podía seguir
el relato con atención porque no
tenía trabajo. Nadie llamaba.
Sin embargo, a las 00. 46 el
teléfono empezó a sonar y ya no
pararía. Los que en un primer
momento habían decidido no
ocupar los teléfonos para que
tuvieran espacio quienes realmente
conocieran las respuestas,
se dieron cuenta de que de
tan solidarios habían producido
el extraño fenómeno de los teléfonos
silenciosos. Así Rodrigo
empezó a escuchar los más diversos
nombres. Un hombre, en
un ataque de sagacidad, dedujo
que como Crítica de la Argentina
estaba presente en el estudio, debían
de estar leyendo un cuento
de su director, Lanata. Perenchio
llamó dos veces y la cara del productor
se iluminó en forma de
ilusión; pero parece que el encargado
de seguridad, además de
ser un gran lector, es un hombre
que también arriesga. Como Paredero
nunca repite a los autores,
los oyentes creen a menudo que
ya es hora de que lea a su autor
favorito. Por eso cinco personas
diferentes contestaron: Saer,
Saer, uno de los pocos grandes
nombres no leído todavía. Pero la
principal queja de los oyentes no
es la ausencia del escritor santafesino,
sino que Paredero no siga
leyendo después de ser interrumpido
y los deje con la sensación,
todas las noches, de escuchar un
texto de Raymond Carver.
En el cuento de Urondo un personaje
preguntó la hora y el interrogante
se trasladó a la realidad.
Más precisamente, hacia las agujas
del reloj del estudio, que recibía
inmutable las preocupantes
miradas de todos los presentes.
Birmajer, Sasturain, Mario
Levrero, Fray Mocho, Blastein,
arriesgaban los radioescuchas.
Cuatro minutos antes de la una,
le llegó el turno a la primera publicidad
del programa y Paredero
les rogó a los productores
que robasen unos segundos de
tanda, de noticiero o de lo que
fuera. Aún no había perdido las
esperanzas, a pesar de que sólo
con César Aira, a quien de tan
prolífico no lo podían reconocer,
habían demorado tanto tiempo
en acertar, a algunos otros pocos
-un 2% - directamente no los
adivinó nadie y la desilusión
reinaba en el estudio.
Sólo quedaba un minuto y 30
segundos, así que Paredero continuó directamente con la lectura.
A los 20 segundos, Rodrigo entró
sigilosamente al área de transmisión
y demostró que por más que
avance la tecnología, la escritura a
mano siempre va a ser necesaria:
como no podía hablar, ni Hugo lo
podía escuchar, le arrojó un papelito
que decía: “Adivinaron autor,
pero no el libro”.
Todo parecía perdido. Pero en
el mismo segundo en que debía
empezar el noticiero, una tal
Ana Maciel interrumpió el párrafo
y contó que sabía desde el
comienzo cuál era el libro pero
que no se acordaba del teléfono.
Nos hubiéramos perdido toda la
adrenalina.
No hubo tiempo para más.
Todos se fueron a dormir con el
convencimiento de que todavía
hay quien lee a Paco Urondo.

l
“Aspirante al premio Gouncourt, ‘El gran Meaulnes’ fracasa. Fournier, en una carta del 2 de noviembre de 1912 a su amigo René Bichet, comenta el episodio de esta manera: ‘He renunciado a publicarlo en forma de libro antes del Premio Gouncourt. El Premio Gouncourt te impide para siempre ser apreciado como es necesario por esos admirables desconocidos por quienes se quiere ser apreciado. Yo habría querido tenerlo solamente para ver mi facha en los diarios. Y me hubiera gustado ver mi facha en los diarios… Pero esto sería demasiado largo de explicar.’”

(Alain Fournier, “Cartas al pequeño B.”, Hachette, 1977. Citado por Noemí Ulla en su introducción a “El gran Meaulnes”, Centro Editor de América Latina, 1980.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola! Yo me enteré de la nota desde el blog http://locucion.blogspot.com
Ese fué el puntapié inicial para sumarme a los parrafistas.
El horario suele ser algo incómodo, por escribir desde Badajoz, pero el madrugón bien vale la pena!

Salud chavales! - Luis de Morales