domingo, 14 de diciembre de 2008

Los tigres de la memoria


Por el título, Hugo podría haber dejado la novela del viernes para el último Párrafus del año.
Me acuerdo que el 2006 lo cerró con “Vuelo nocturno”, de Saint Exupery, aludiendo, dijo, al elevado paseo por los libros que hacemos, él y nosotros, a bordo de la noche. (Me acuerdo también que el 2007 se cerró con “Crímenes imperceptibles”, que no sé a qué aludiría.) “Los tigres de la memoria”, la novela de Juan Carlos Martelli, sería un elogioso saludo a los fieles participantes del programa.
Pero no. Ahora que lo pienso, despedirse con ese título supondría una alusión parcial, un saludo a la ínfima parte de la audiencia que se afana y ufana por ganar el juego, y dejaría afuera a los que, quizá también memoriosos pero más mansos, escuchan Párrafus por el placer de escucharlo.
Llegó Martelli, entonces, cuando tenía que llegar. Y con él...

A la acostumbrada alegría que se siente cada vez que aparece un ganador nuevo, esta vez, para mí, se agrega una satisfacción extra. Ganó Gustavo Kwirin, de Villa Urquiza.
-¿Y quién es Gustavo Kruin?
Kwirin. Gustavo Kwirin. El es el esposo de Sandra Vela. Sandra Vela es la oyente que ganó, por primera y única vez (hasta ahora), aquella controvertida noche de Andrés Rivera, cuando salió al aire Julián Sánchez, el profe de Temperley, que dio la respuesta equivocada, “El farmer”, pero era “Ese manco Paz”, como después respondió Sandra.
Pero Sandra Vela también es la que cada tanto hace algún aporte en este Blog, comentando algo o acercando algún texto que le gustó. Y es la que me dejó, mediante un comentario, el más emocionante saludo de todos los que aparecieron cuando nació Esteban. Lo copio.


Sandra Vela dijo...

Marcelo y Cristina: Es increible, sin conocerlos personalmente, solo a través del programa y del blog, estaba pendiente de este acontencimiento. Me alegro que todo haya salido bien y te aseguro Marcelo que en poco tiempo te darás cuenta que lo que no te gustaban eran los chicos ajenos. Te lo dice una mamá de mellizos de un año y cinco meses (y de 39 años !!!!!) que pensaba lo mismo que vos y ahora está enloquecida con ellos. Y eso que pasé (junto con el papá) meses durísimos. Felicitaciones y cariños para Esteban.

26 de mayo de 2008 12:11


No sé por qué, pero la aparición de Gustavo para ganar con la novela de Martelli me alegró más que si hubiera vuelto a aparecer ella. Quizá porque en el éter (o en el oído de Hugo), desbaratando tiempo y espacio, tuvo lugar ahora el encuentro de las voces de la feliz pareja que el comentario de Sandra permitió vislumbrar –feliz pareja que yo también trato de conformar.
Gustavo también mencionó a los mellizos (una nena y un varón) en la charla con Hugo. Cumplen los dos años el próximo 27...
-Y sí, si son mellizos cumplen los dos.
Que cumplen dos añitos el 27 de diciembre, dijo Gustavo. Y dijo que ellos son, tras el entusiasmo inicial con su profesión de abogado y su afición por el teatro y la escritura, la pasión de su vida. Yo a Sandra le digo que, si bien al Fulanito todavía le faltan once meses para la edad de los mellizos que ella menciona en su comentario, también a mí me está enloqueciendo –enloqueciendo para el buen lado de la pasión.
Pero ya basta de progenitora conversación de arenero –o de pelotero. Volvamos al programa y celebremos la extraordinaria victoria de Gustavo Kwirin con “Los tigres de la memoria”, del recientemente mencionado en este Blog –volvamos también a ufanarnos- Juan Carlos Martelli. Hace mucho que tiene la novela, dijo Gustavo, pero la leyó en las últimas semanas. Se nota que la tenía bien presente, ganó en 28 segundos. Más allá de un nombre (Serafín), de la mención de Buenos Aires y de la descripción de una cara, no dejó que nos enteráramos nada de la historia. Después Hugo rescató el concurso sucursal y preguntó quién había dirigido la versión cinematográfica. Ahí me acordé un poco, pero me la confundo con “Noches sin lunas ni soles”, también del 84, 85, y también con Alberto de Mendoza, creo. Las dos, respetables intentos de policial negro del floreciente cine argentino de entonces.
Yo tengo otra novela de Martelli, muy extraña, que nunca leí. “Gente del sur”, se llama. Tiene un capítulo introductorio donde se habla de un rey medieval, no sé si francés o español, que pasa las mil y una guerreando por Europa y cuando vuelve triunfante a su palacio se mata dándose la cabeza contra el dintel de la puerta, demasiado baja. Pero después la novela trata, creo, sobre un grupo de argentinos que va a Perú en los años sesenta a hacer la revolución; o sobre sus vidas a la vuelta de esa expedición fracasada. No sé bien, solamente la hojeé algunas veces. Me la dejó mi viejo amigo Marcelo, junto con otros libros, cuando se fue a vivir a Miami. (También me dejó el libro en blanco que le mencioné a Hugo cuando gané con Mallarme, y él me contó el asunto de la obra “Art”, leída después en Párrafus.)
A Martelli lo conocía también por su profesión de psicólogo. En algunas revistas que compraba cuando me picó el bichito Psi, hace unos diez años, aparecían cosas suyas o se lo mencionaba. Pero no lo leí, y no sabía tampoco que había muerto, en abril de este año, a los 73. Tampoco sabía que había escrito poesía. El libro del que habla la nota de Pagina/12 que copio después, fue el premio para Gustavo, porque “Los tigres...” ya la tiene. La novela fue para el ganador del concurso sucursal, alguien también nuevo (que respondió Carlos Galettini), cuyo nombre no recuerdo. Yo también llamé, pero, confundido, tiré Di Salvo y De Sanzo. Esta vez, este tigre no brilló con el oro borgeano.


La puerta equívoca
Juan Carlos Martelli
Aurelia Rivera
120 páginas
Si a Juan Carlos Martelli se lo conocía como narrador y en especial por haber obtenido el Premio de la editorial Sudamericana por su novela Los tigres de la memoria (distinción que le otorgó un jurado de lujo que integraron Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar y Rodolfo Walsh en 1973), La puerta equívoca rescata lo que por pudor no mostró en años: su obra poética.
Es un entramado donde la voz está al servicio del diálogo con sus padres. Con lo que pudo y no pudo decirles. O lo que no pudo escuchar. Como si las palabras que se trabajan en el texto se convirtieran en un aluvión contra el olvido. Casi, como la evocación que se sugiere y las imágenes donde se nombra el destierro que siempre tiene una playa como destino.
Memorias entonces hechas de sal y oleajes, palabras como agua que se cuela entre las manos. Oleajes que van de un lugar a otro. Lugares al fin donde nada es fugaz y el viento hace de las suyas frente a tanta intemperie.
Martelli bucea en lo áspero y deja margen para las maravillas del camino. Son palabras, por supuesto, en zona de riesgo, lugares a punto de desmoronarse. Toda su obra poética resulta casi como en la cábala judía donde se le habla al padre en ausencia. Se le habla en voz alta mientras se atraviesan las calles, las horas y los deseos. Logra el efecto de que ese instante ocurra de veras en el texto, que se convierta en un réquiem, un kadish según la mística hebrea, un gran lamento por el padre ausente.
“Ella era tan dulce que me cortaba las uñas con la mirada”, escribe mientras se acuna a un niño que nunca se tuvo y se nombra a Kaspar Hauser. Kaspar es alguien que no encuentra un sitio en el mundo, que no encaja con las reglas, que no está educado en los parámetros y las convenciones humanas, que no acepta civilizarse.
Poemas al fin que escarban y desentierran tesoros y se tocan con la zona épica del libro donde aparecen las aventuras del rey Carlos VIII o los trabajos sobre la conquista española. Allí se construyen imágenes que fortalecen la aventura de crear. Martelli trabaja el cuerpo de lo queda rezagado, de lo que no cuenta en las grandes historias. En esa faena, su poesía por momentos desborda en abstracción y también en vehemencia. Como si la expresión necesitara torcer los hechos dados.
Martelli fue alumno de Alejandro Storni, el hijo de Alfonsina. Y esto se advierte en cada nota musical, en cada rostro visible que el poeta construye.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marcelo: Por mi parte te agradezco tu emotiva entrada y corrijo el apellido de Gustavo (es inevitablemente lógico el error), se escribe con "C" Cwirin y ¿cómo se pronuncia?.