Según reza en la portada de la segunda parte [hacia fines de 1615], el ingenioso hidalgo devino en el ingenioso caballero.
Del mismo modo que ocurrían en la primera parte, el Prólogo empezará de manera retórica, poniéndose Cervantes en el lugar de lector, y suponiendo desde ese lugar, la espera de venganzas, riñas y vituperios contra Avellaneda, autor de la falsa continuación del Quijote.
Aunque enseguida, avisará al lector, que de ninguna manera darale ese contento, y por supuesto, todo el Prólogo tendrá [aparentemente] como único interlocutor y destinatario a aquel desconocido autor. Porque, el realidad, ese Prólogo habla de otras cosas al mismo tiempo que responde uno a uno, los muchos dichos de Avellaneda, del prólogo de su apócrifa continuación.
Cervantes dirá con ironía, que no le pasa por el pensamiento que se trata de un asno ni de un mentecato ni de un atrevido.
La parodia es el diálogo que establece un texo cualquiera, con otro que lo antecede en el tiempo. En el caso del Primer Quijote, el soporte, eran los libros de caballerías.
En el Segundo Quijote ningún programa aparee explicitado en esta instancia. Pero sí aparece desde la ficción, a través de la inclusión de dos cuentos de locos y de perros en el mismo prólogo. Estamos hablando no de parodia, sino de intertextualidad, de otra forma de hacer hablar con textos que anteceden al que se está generando. Y eso hace Cervantes al interpolarlos. Atraviesa el Prólog con el mismo funcionamiento que uitlizará a lo largo de todo el libro que está por comenzar. Nos lo avisa.
Aunque el Segundo Quijote es otro libro.
Además de la intertextualidad con el primero, se suma la interacción con la falsa continuación de Avellaneda.
El universo de los libros de caballería es solo una sombra. Es en demasiados momentos, una abierta parodia del Primer Quijote.
Al final del Prólogo, don Miguel escrbirá: "esta segunda parte te doy a Don Quijote dilatado y finalmente muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios, pues bastan los pasados". Escrito por él, y no por Avellaneda.
Como vemos, estos textos de Federico Jeanmaire de "Una lectura del Quijote", muestran como de la bronca y de la necesidad, emerge una segunda parte reescrita en muy poco tiempo, y con un vértigo poco usual. Elementos que le agrega Cervantes, para obtener un resultado, que no puede ser leído en forma lineal, sino con una dosis de tiempo y reflexión para su mejor disfrute.
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